30MDQFEST: “Mountains May Depart” de Jia Zhangke (Reseña)


Mi primer encuentro con Jia fue en “Touch of Sin”, película que noqueó por completos mis sentidos por múltiples e igual de meritorios motivos. Descubrir el corazón latiendo de China en la vastedad de su territorio y en la complejidad étnico cultural que lo surca, significó en este momento un gran hallazgo en mi condición de espectador. En esta oportunidad, y nuevamente en el marco del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, le toca el turno a “Mountains May Depart” su más reciente película.

Tres son los episodios temporales en los que se divide el film, todos ellos signados por la representación del tiempo a lo largo de 25 años. En el primero de ellos, el nuevo milenio es casi una realidad. Todo es promisorio, cada sonrisa anticipa un buen augurio y el futuro es un enorme cheque en blanco que todos sueñan con endosar. El carbón tiñe los rostros cansados de los trabajadores del pueblo pero no logra engordar la billetera de los dueños de la mina. Allí donde otros ven la quiebra, un entusiasta joven animado por la furia capitalista que ya se avizora, ve una oportunidad. Por otro lado asistimos a un triangulo amoroso que en principio parece dará estructura al relato, pero hacia el final de este primer episodio se desarma con algo de desazón para los involucrados.

Se produce el primer salto temporal, dando paso a lo que llamamos presente. Tao es ahora una señora acomodada y reconocida en el pueblo. Su casa es enorme pero hay en su corazón un vacio que la inquieta. La distancia es el común denominador entre su antiguo amor y su hijo. El capitalismo ya ha pervertido en cierto modo los vínculos, pero hay aun esperanza en algunos rincones del pueblo, hogar que por cierto ya no brilla como en tiempos pasados. La vida y la muerte se entrecruzan con cierta indiferencia, pues la tentación hacia una propuesta existencialista se ve solapada por la mera continuidad del melodrama.

La cadencia en la interpretación de Zhao Tao durante toda la película la convierte en un hecho prodigioso. Su naturalidad al asumir determinadas situaciones propias de la vida cotidiana, que lejos están de ser extraordinarias pero que muchas veces devienen en representaciones poco gratas, es maravillosa. Su ser, incluso cuando está ausente, es el que marca el ritmo de todo el film.

Concluye la historia en otro tiempo y espacio. El futuro que evidencia el director en este último episodio es monótono y ni siquiera hay lugar para la nostalgia, pues el sentimiento que predomina en este tramo es la incomodidad. En este punto me parece meritorio el hecho de que Zhangke se haya tomado con naturalidad el paso del tiempo, llegando incluso a tratarlo con cierta indiferencia. La tara con la lengua materna que ya se evidenciaba en el segundo episodio se manifiesta en esta oportunidad de manera concreta, residiendo en ese único punto la complejidad dramática de esta parte de la película. La aparición de Sylvia Chang resulta en esta instancia una grata sorpresa.

Disfruté particularmente el constante dialogo entre la música incidental y la diegética, aspecto técnico del film que comunica y aglutina los distintos momentos de esta saga episódica, dándole a la película cierto tono atemporal. La paleta cromática se va diluyendo a medida que avanza la trama, llegando casi a un punto donde los tonos se vuelven monocromáticos y tristes. Algo similar ocurre con ciertos planos que resultan prácticamente calcados y el juego con el ancho de imagen, recursos que suman a la narración.

Mountains May Depart” es una bella nouvelle sobre el amor y el paso del tiempo, amparado todo ello en la vasta geografía de este planeta que nos anuncia y olvida.

Por Hiroshi (@cinemastodonte)