China: Fábrica de ¿Sueños?
Tal como sospechábamos, las coordenadas de nuestra infancia siempre estuvieron erradas. El origen de aquellos juguetes que bajo el árbol de Navidad descansaban siempre fue incierto, más allá que la mística tejida en derredor de la víspera nos tendía algún señuelo para conformarnos. Ahí entraba en juego nuestra imaginación con todo su potencial. Grandes talleres en el Polo Norte ocupados por decenas de miles de pequeños duendes, trabajando día y noche para satisfacer los deseos de todos los niños del Mundo. En algún punto de ese enorme polo de fantasía, veíamos a Papa Noel, San Nicolás o Santa Claus, dando ordenes, controlando el proceso de fabricación y supervisando que cada juguete tenga el acabado perfecto.
Tenemos la pésima costumbre de crecer y en ese proceso algunas cosas quedan en el camino. Cursamos nuestros estudios secundarios, comenzamos los universitarios y descubrimos que el mundo no es más que una compleja maraña de relaciones sociales y económicas en la que por más que no queramos, estamos atrapados. La imaginación subsiste, pero la realidad está ahí y es imposible ignorarla. Depende de nosotros lograr el equilibrio que nos permita ser felices. Mantener vigente la sonrisa de nuestro niño interno es casi una obligación; evitar que aquellos niños que aun transitan el encanto de la dulce infancia sufran, también.
Con esa premisa en mente, el fotógrafo Michel Wolf se propuso visitar un enorme complejo industrial en China, el lugar donde se ubica el verdadero taller de Santa. En este galería de imágenes descubriremos los rostros de las mujeres que caja tras caja se dedican a producir, ensamblar y dar los toques finales a aquellos juguetes que el voraz capitalismo Occidental se encargará de consumir. No es un prejuicio el que anima estas líneas: el consumismo también está presente en Asia, incluso en ese gigante que es China, pero ellos no ignoran las condiciones laborales en las que se desarrollan estas actividades. De esta lado del mundo todavía creemos que muchos productos se producen por generación espontanea, cuando la realidad nos demuestra que tras cada uno de esos juguetes hay explotación laboral, salarios delgadísimos y otras tanta miserias.
Desde el plano estético, no podemos negar la belleza que hay en cada una de estas imágenes. La contradicción que se genera entre los rostros de estas trabajadoras y el producto que albergan sus laboriosas manos es realmente cautivadora. Los colores vivos conviven perfectamente con los apagados y el frío clima industrial en muchas de estas imágenes se ve subyugado por el aura infante de los juguetes. Sabemos que hay algo más aunque no lo podemos ver a simple vista. Sin más palabras, los dejo con esta particular galería de fotos.
Pueden conocer un poco del trabajo de este fotógrafo en su sitio personal. Espero que estas imágenes hayan logrado su objetivo; cada uno de nosotros las mira desde lugares diferentes.