[Cine Coreano] “The Admiral: Roaring Currents” de Kim Han-Min
El año pasado dimos testimonio del estreno de una película que en poco tiempo rompió todos los records de la cinematografía coreana. Estrenada el 30 de julio de 2014, “Roaring Currents”(명량 – 회오리 바다), sobrepasó en menos de una semana los 5 millones de espectadores, superando los 10 millones apenas unas semanas después. Convirtiéndose en el más taquillero de la historia de ese país, el film dirigido por Kim Han-Min concluyó el año con la friolera de 17.611.860 de espectadores, un número tan grande como abrumador. Está claro que la popularidad de un film en muchos casos no va de la mano de la calidad artística, por eso me animé a escribir esta reseña, adelantándoles desde ya que el film no me defraudó en absoluto.
Es preciso antes de continuar y teniendo en cuenta que la trama está inspirada en eventos reales, ponernos un poco en contexto. El argumento de “Roaring Currents” gira en torno a una batalla y en ella, un hombre en particular. Corría el año 1597 y el Imperio Japonés se encontraba en plena campaña de expansión. La Península coreana se encontraba asediada por las tropas de Toyotomi Hideyoshi y la caída de la capital del Reino Joseon era inminente. Con un ejército diezmado y desmoralizado y solo 13 embarcaciones a su disposición, el almirante Yi Sun-Shin era la última esperanza de un pueblo que ya había asumido el peor de los escenarios. Este bravío militar, anteriormente caído en desgracia y torturado por sus superiores casi hasta depositarlo en brazos de la muerte, tenía en su mente una jugada que de concretarse le daría la victoria a la flota coreana. Del otro lado el panorama era abrumador: más de 300 barcos japoneses esperaban la oportunidad para dar el golpe de gracia y dominar asi la costa sur de la Península. El Estrecho de Myeongnyang, locación que le daría el nombre a este episodio de la historia naval, se convertiría entonces en el escenario de una de las batallas más memorables de la historia coreana.
La responsabilidad del rol protagónico recayó en esta oportunidad en el enorme Choi Min-Sik (Oldboy, I Saw The Devil), quién se convirtió en el Almirante Yi Sun-Shin y dio al público uno de los mejores papeles de su carrera. Dijimos al comienzo que “Roaring Currents”, era antes que nada la historia de un hombre, y con esa premisa bien clara es que Min-Sik puso toda la carne al asador, haciendo propia la figura de este prócer militar. No hay en su interpretación fisura alguna y cada minuto de la película se convierte en un intento desesperado por lograr la victoria, con una vocación para el sacrificio que hace rememorar a las grandes epopeyas de tiempos pasados. La épica marca su pulso y en cada movimiento de su espada, orden desesperada o estrategia se puede vislumbrar la figura de un gran hombre, y en el caso de Min-Sik, el talento de un gran actor.
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Del otro lado nos encontramos a Ryoo Seung-Ryong, quién en el rol del capitán japonés Kurushima Michifusa, se convierte en un enemigo propio de las circunstancias, ofreciendo una interpretación tan notable como la de su colega. Sínico hasta el hartazgo, este militar fue el responsable de dirigir la embestida contra la flota de Yi Sun-Shin, tarea de la que se ocupo personalmente involucrándose directamente en el seno de la batalla. Adelantar el destino de estos dos personajes es dejar sin efecto el final de la película, por eso prefiero que ustedes mismos lo presencien y guarden el aliento hasta el ultimo minuto, pues en “Roaring Currents”, el que pestañea pierde.
El elenco se completa con Cho Jin-Woong, un actor que como no me canso de decir fue el más destacado del 2014 y que en este caso se pone en la piel de Wakizaka Yasuharu, otro de los recios oponentes del Almirante. Jin Goo, Ryohei Otani, Lee Jung-Hyun, Kwon Yool, Park Bo-Gum y No Min-Woo también son de la partida.
La recreación de época es increíble y cada uno de los detalles está cuidado al máximo, incluso en las caóticas escenas de la batalla. El trabajo más logrado se puede ver en la flota coreana y japonesa, donde el Geobukseon (거북선), también denominado “Barco Tortuga” nos deja con la boca abierta. Méritos hay también en el rol del director, pues se me ocurre que filmar escenas como las que encontramos en los momentos más duros de la batalla debe ser todo un desafío, incluso para el más experimentado de los profesionales. Los efectos especiales están al servicio de la historia, pero pese a lo que se podría pensar, el gran valor del film está en lo que cada uno de los actores da de sí para convertir lo que normalmente podría ser un burdo choque de cuerpos en una memorable batalla cuerpo a cuerpo. Basta detener la película en un fotograma para dar testimonio de lo que intento ilustrar.
La música a cargo de Kim Tae-song se convierte en otro de los ingredientes fundamentales de la película, aunque la edición de sonido es la que se lleva la mayor parte del mérito, particularmente en los momentos más crudos de la batalla. Como lo sugiere el nombre de la película, el mar y las corrientes ocupan un rol preponderante en el conflicto y su influencia será la que incline la balanza hacia uno u otro de los bandos.