Taylor Swift tiene ya más de diez años de carrera, en los cuales no ha parado de crecer a nivel musical, en números y reconocimiento. Muchos dirán que ella tiene “el toque de Midas” y quizás es cierto, viendo los récords que ya batió únicamente en 2023.

En su paso por Argentina, la artista demostró ser uno de los fenómenos culturales, sociales y económicos más importantes de la década, y con seguridad de lo que va de este siglo.

La previa

Según las y los swifties, la previa de los conciertos comenzó al comprar las entradas del The Eras Tour.

Durante meses, en las casas swifties se enhebraron cientos de mostacillas y dijes para hacer los brazaletes de la amistad a los que hace referencia la canción “You Are On Your Own, Kid”. El objetivo, intercambiarlos con otros swifties.

Una simple búsqueda en redes sociales muestra cómo esta nueva “tradición” movilizó a familias enteras y a grupos de amigos a pasar tiempo de calidad juntos, explorando su creatividad.

Otros fans cosieron, bordaron o pintaron sus propios “outfits”, vinculados al vestuario de los conciertos o vídeos de Taylor, o a la ropa que ha utilizado en momentos importantes de su carrera.

Así, con los brazos cargados de brazaletes hasta los codos y con atuendos de “You Belong With Me”, “Shake It Off”, “Willow” o “I Bet You Think About Me”, las y los swifties llegaron a Buenos Aires desde todas partes de Argentina y del mundo.

Los conciertos

Por cuatro días, la capital argentina vivió una fiesta.

Por todos lados se encontraban referencias a Taylor Swift y su llegada. Hoteles llenos, restaurantes repletos. Gente acampando. Autos que tocaban bocina y saludaban a las y los swifties como si compartieran su misma alegría.

Swifties y más swifities intercambiando brazaletes con los guardias de seguridad, los policías de tránsito, la gente que vendía comida y merchandising dentro del estadio y con cualquiera que quisiera recibir uno. Después de todo, para eso los habían hecho, para regalar sin mirar a quién.

Si bien Swift tiene fans en su mayoría femeninas, en el recital convivieron niñas y niños, adolescentes, mujeres y hombres de todas las edades, parejas, padres, hermanos, abuelas y madres, lo que demuestra que a la música de Taylor puede disfrutarla cualquiera.

Durante el primer día, Taylor se conmovió hasta las lágrimas ante el recibimiento del público argentino. Emoción que se repitió todas las noches y que desembocó en su promesa de regresar y en el sincero pedido de disculpas por no incluir Argentina en sus giras anteriores.

Y no es para menos. Swift, conocida por su profesionalismo, salió puntal al escenario cada noche a las 20:45, y en cada noche su voz fue ahogada por la voz de los fans argentinos coreando “el primer puente de la noche”, el de “Cruel Summer”. Afuera del estadio, se comentaba cómo por momentos la cantante estadounidense era opacada por el coro de fans, lo que llevó a que su equipo subiera el volumen de los instrumentos y micrófonos.

Swift actuó el 9, el 11 y el 12 de noviembre frente a 75.000 personas por show.

En todos cantó y bailó en una demostración de que su talento es innegable. Cada recital duró tres horas sin descansos e incluyó 18 cambios de vestuario, además de un gran despliegue de escenografía. Taylor interpretó aproximadamente 45 canciones por fecha, en un recorrido conciso y emotivo por todas sus “eras”, es decir, por sus 10 álbumes.

Hubo momentos de baile y diversión como “22” o “We Are Never Getting Back Together”. Otros donde la artista desplegó toda su sensualidad como en “Vigilante Shit”, o toda su capacidad vocal como en “Don’t Blame Me”. En los que reinó la nostalgia, como en “Fearless” o “Long Live”. También donde Taylor se retiró un poco y dejó brillar a sus bailarines, como en “The Last Great American Dinasty” o “Blank Space”. Y hubo momentos de emoción y lágrimas como “Marjorie”, “My Tears Ricochet” o la versión de diez minutos de “All Too Well”, la cual el público cantó de principio a fin sin errores.

La complicidad entre Taylor y su gente es evidente. Ella sabe cómo generar reacciones en sus swifties, y sus swifties saben cómo responder. Aplausos coordinados, frases dichas en momentos precisos, chistes internos, señas y gestos son prueba de que la conexión entre la cantante y sus fans es mucho más profunda de lo que se intuye a simple vista. Eso solo aumenta la calidad del show y lo hace incluso más memorable.

¿Por qué Taylor Swift?

Tras vivir uno de sus recitales en persona, me animo a decir que la respuesta es más simple de lo que se piensa: Taylor Swift es, además de una artista muy talentosa, una cuentacuentos. Sus canciones relatan historias, vividas por Taylor o imaginadas por ella, de una forma honesta, reflexiva y poética. Sus fans se ven reflejadas en esas historias, ya sea porque se parecen a algo que han vivido o porque describen un sentimiento universal como lo son el amor, el arrepentimiento, la amistad o la resiliencia.

Swift, que pasó los últimos dos años recuperando sus canciones perdidas, se convirtió en la voz de una generación debido a su capacidad de reinventarse y saber brillar en cada género musical en el que incursiona. Además de ser conocida por su filantropía y su activismo por diversas causas.

El equipo que trabaja a su lado también merece reconocimiento.

Sus músicos y sus coristas, quienes han sido parte de sus giras desde el inicio de su carrera, y sus bailarines, complementan a la perfección esa gran puesta en escena que son sus recitales, haciendo difícil que quien sea parte de uno se vaya indiferente.

O quizás la respuesta se reduce a la principal razón de existir de la música en particular y del arte en general: Taylor Swift conmueve, inspira, moviliza y emociona a mucha gente, de todas las edades y de todas partes del mundo.

Créditos fotos: taylorpictures.net | Redacción: Carla Bastien © 2023 Todos los derechos reservados a Xiahpop®