Banana Yoshimoto: Equilibrio entre ternura y tristeza


Banana Yoshimoto: Equilibrio entre ternura y tristeza…

Comencemos en esta oportunidad, con un sencillo ejercicio: los invito a que por un momento se olviden de todo,  y se tomen un rato para estar tristes.

No es necesario prolongar esa tristeza en el  tiempo: dos segundos, veinte minutos, una hora, dos años. Sin motivo alguno, ni situaciones que nos impongan ese sentimiento, nos tomamos la licencia de estar tristes.

De a poco, nos acostumbramos, y cuando nos amigamos con ella, en ese justo momento, estamos preparados para comenzar a leer a Banana Yoshimoto. Quizás esta entrada, nacida en un lunes perdido de Abril, sea un atajo hacia esa tristeza.

Conociendo a Banana Yoshimoto

Mahoko Yoshimoto (Banana es su seudónimo) nació en Tokio, en 1964, y estudió literatura en la Universidad de Nihon. Con Kitchen, su primera novela, ganó el Newcomer Writers Prize en 1987, cuando todavía era una estudiante universitaria, y un año después se le concedía por la misma obra el premio literario Izumi Kyoka. Entre otros galardones, ha recibido en Italia el renombrado Premio Scanno y el Capri Award 2011. Yoshimoto es ya autora de una dilatada pero exquisita obra compuesta de ensayos, novelas como N·P, Amrita y Tsugumi , y los libros de relatos titulados Sueño profundo y Recuerdos de un callejón sin salida. Desde 1991, año en que Tusquets Editores publicó Kitchen, Yoshimoto se ha convertido, junto con Haruki Murakami, en una de las voces más prestigiosas de la literatura japonesa actual.”

Este es tan solo un pequeño recorrido por la carrera de nuestra amiga. ¿Amiga? Después de leer un tiempo a Banana, se establece un vínculo de complicidad, en el que nos encontramos escuchándola, haciendo propios sus relatos, compartiendo inevitablemente lo que ella nos transmite con su letra.

Siendo imposible calificar este vinculo de otra manera que no sea el de una extraña amistad.

Volviendo sobre mis pasos, tengo la sensación de que la cultura japonesa tiene un compromiso con la tristeza.

Nunca lo viven como una carga, o un sentimiento negativo, sino que es una especie de combinación entre melancolía y crecimiento, que por algún motivo u otro, apareja una responsabilidad.

Somos responsables de estar tristes, asumir esa tristeza y convertirla en una enseñanza. Es un momento que nos tomamos para reflexionar sobre nuestra condición, tomar aire, y seguir caminando.  Difiere en eso a nuestra cultura occidental, donde la tristeza se oculta, es vista como vergonzosa o despierta el pudor del que la padece; apenas la compartimos.

Solo siento que me encuentro terriblemente sola y, sin embargo, como sé que alguien, en alguna parte, está experimentando lo mismo que yo, tengo la impresión de no estar sola.

Escribe Yoshimoto en uno de sus relatos. Esa complicidad con el otro, no solo la siente ella, sino que la comparte.

¿El lugar en el que me imagino leyéndola?

Foto: dolcebellezza.net

Un monoambiente. Pocos muebles. Paredes grises, que tímidas e involuntariamente se muestran ante el Sol que aparece por un enorme ventanal. Sin embargo, por momentos, la hiedra comienza a nacer por una pequeña rajadura en la pared y de a poco, mientras avanzamos en la lectura, se apropia de toda la habitación.

Llega un momento en el que amanece y el rocío se confunde con las lágrimas. Quizás exagere, pero es una situación arquetípica.

La urbanidad está presente en los relatos de Banana, y el humor también constituye un ingrediente importante. La sutileza, suele ser el común denominador en la obra de esta escritora japonesa.

Si la idea en relación a la tristeza o esa forma de encarar su literatura no los convence, la alternativa del juego, también es valida.

Hablo del “Hyaku Monogatari”. En “N.P”, es definido como

“un entretenimiento popular en el cual varias personas se reunían por la noche y encendían primero muchas luces que luego apagaban, una a una, a medida que iban contando historias. Al final, en la oscuridad más absoluta, decían que aparecería un fantasma.”

Es una experiencia interesante en la que nos podemos embarcar. Depende solo de nosotros lo que nos encontremos cuando ya no quede ni una sola luz encendida. A propósito de la luz, doy el primer paso, y los invito a leer este relato de Banana, una muestra simple pero genuina de su obra. (Leer “La Luz que hay dentro de las personas”)

Recuerdos de un callejón sin salida

Es el titulo de su ultima obra editada en castellano, en este caso a cargo de Tusquets. ¿Qué podemos encontrar en este callejón? Una primera impresión, en palabras de Hector Pavón:

…es la sensación de una ultima vez. Del adiós, de la despedida, del futuro terminado antes de comenzar.

Encontramos a su vez referencias al Japón mítico, esa tradición ancestral que sigue patente en la pluma de los escritores contemporáneos. La escritura de Yoshimoto, y en esto coincido con muchos comentadores de su obra, tiene “el ritmo y la entonación del haiku”.

Nos movemos por las frases con una liviandad sobrecogedora, casi como si flotáramos. La literatura japonesa en si, tiene por lo menos en mi, ese efecto.

Particularmente, en “Recuerdos…” nos encontramos con cinco relatos, en su mayoría protagonizados por jóvenes y sus circunstancias. Por el camino de lo sencillo, abordamos la complejidad que encierra su rutina, pequeños gestos de lo cotidiano, que generalmente se traducen en una perdida, pero que de alguna forma u otra, refieren una ganancia. Presencias en las sombras, fantasmas que se convierten en testigos de esa rutina, silencios que se vuelven corpóreos. También, casi como un añadido cultural, encontramos en cada uno de los relatos, un plato tradicional de la cocina japonesa, que de alguna manera u otra, ocupa un lugar en la historia. A veces, como excusa de reunión; otras, como simple ingredientes de algo un poco mayor.

Imágenes perfectas de la soledad. Ya hacia el final del libro, encontramos un epilogo, en el que Banana escribe:

“Les pido disculpas, pero creo que esa tristeza (en caso de que la hayan sentido al leer la obra) era, en cierta medida necesaria.”

Creo que cuando la lean, sabrán, junto conmigo, que las disculpas no son necesarias.