Los inmigrantes japoneses en EEUU durante la 2da Guerra Mundial
La Segunda Guerra Mundial llevó a la humanidad a extremos oscuros e impensados. Si bien mucho se ha hablado sobre los accionares atroces de Japón durante este periodo, poco se conoce sobre las represalias que sufrieron los inmigrantes japoneses en Estados Unidos…
Estados Unidos y Japón en la 2da Guerra Mundial
El ataque de la Armada Imperial Japonesa a la base naval de Pearl Harbor (Hawái) el 7 de diciembre de 1941 marcó la entrada de Estados Unidos a la Segunda Guerra mundial, la cual ya había comenzado en 1939.
Esta ofensiva militar tenía como objetivo principal evitar la intervención de la Flota del Pacífico de E.E.U.U. en el avance imperial japonés sobre el sureste asiático. Se “limitó” a bombardear sus embarcaciones de guerra pero dejó un saldo de 2403 personas fallecidas.
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La respuesta no se hizo esperar. Estados Unidos le declaró la guerra al Imperio Japonés y se unió formalmente a los Aliados.
Luego del triunfo de las potencias aliadas y el final de la Segunda Guerra Mundial, Japón fue juzgado en los Juicios de Tokio por sus acciones en Pearl Harbor.
“Soy americano”
El día después de Pearl Harbor, el presidente Franklin D. Roosevelt emitió un Edicto Presidencial que rezaba lo siguiente:
Todos los ciudadanos, moradores o sujetos de Japón, Alemania e Italia mayores de 14 años que estén en Estados Unidos y no posean la nacionalidad, podrán ser apresados, retenidos, encerrados o expulsados como extranjeros enemigos.
Esta medida se aplicaba a la totalidad de las personas de origen japonés. En esos momentos, era muy difícil conseguir la nacionalidad estadounidense para cualquier extranjero.
Muchos adultos habían ya vivido décadas en el país sin haber podido acceder nunca a la ciudadanía. Sus hijos, si bien eran considerados nativos, eran discriminados y aislados de la sociedad.
El Edicto, sumado a la furia colectiva por lo sucedido, incentivaron a una intensa ola de odio racial. La sociedad estadounidense pedía a gritos “expulsar a los “japs” (“japos”).”
Además del acoso constante por parte de las fuerzas policiales y las autoridades del país, la comunidad japonesa sufrió ataques por parte de los estadounidenses y un constante río de insultos en la calle, las escuelas, la prensa y cualquier ámbito que frecuentasen.
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Un ejemplo de esos insultos, fueron los dichos por el entonces gobernador de Idaho:
“Los ‘japos’ viven como ratas, se crían como ratas y actúan como ratas. Aquí no los queremos”.
Ante esto, los inmigrantes japoneses se esforzaron por dejar en claro su lealtad y su gratitud hacia Estados Unidos, a través de pancartas en sus casas y negocios.
Incluso, muchos Nisei (la segunda generación de japoneses nacidos en el extranjero), se alistaron voluntaria y masivamente en las Fuerzas Armadas para pelear junto a los mismos estadounidenses y “limpiar sus nombres”.
La orden 9.066
Después de dos meses de medidas xenófobas, como la tala de 3.000 cerezos donados por ciudadanos de Tokio a la ciudad de Washington en 1912, y el cierre a las importaciones japonesas, la situación llegó a su punto máximo.
En febrero de 1942, a través de la orden 9.066 y bajo la excusa del posible espionaje de parte de los japoneses, el presidente Roosevelt autorizó el traslado de alrededor de 120.000 inmigrantes a “campos de internamiento”, donde permanecerían, supuestamente, de manera transitoria.
Una semana antes, el gobierno congeló las cuentas bancarias de todos sus ciudadanos japoneses, y los obligó a vender como pudieran todos sus bienes, desde sus casas y negocios, hasta sus muebles y sus ropas. Por supuesto, estos bienes sólo pudieron ser comprados por estadounidenses.
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Historia silenciada
La comunidad japonesa pasó tres años y siete meses encerrada en alguno de los diez campos de concentración creados exclusivamente para ellos.
Estos campos eran Manzanar, Tule Lake, Poston, Gila River, Topaz, Minidoka, Granada, Heart Mountain, Rohwer y Jerome.
Los inmigrantes japoneses considerados especialmente peligrosos fueron trasladados a dos centros especiales en Arizona y Moab, en el estado de Utah.
Cuando septiembre de 1945 llegó y los prisioneros fueron liberados se encontraron totalmente en la ruina, desempleados y sin hogares a los cuales regresar.
Como indemnización, el gobierno estadounidense les entregó 25 dólares y un pasaje de regreso a sus ciudades.
Varias personas habían enfermado debido a las malas condiciones en las cuales vivieron por años.
Sobre todo en Manzanar, donde el viento del desierto soplaba helado toda la noche. Los prisioneros amanecían al día siguiente cubiertos de polvo, y en el verano las temperaturas escalaban hasta los 50 grados.
La mayoría de las personas (principalmente mujeres y niños) vivieron en casillas de 6,1 x 7,6 metros, compartiendo baños, duchas y la comida con otras familias.
Existían las escuelas y los cultos religiosos, pero vigiladas constantemente por los oficiales. La correspondencia era censurada para evitar que el mundo exterior se enterase de lo que ocurría.
Recién en 1988, bajo la presidencia de Reagan, la Casa Blanca emitió un comunicado de disculpas por sus acciones hacia la comunidad japonesa.
Actualmente, los descendientes de los prisioneros continúan sosteniendo que no se debe hablar de “campos de internamiento”, sino de “campos de concentración”, y piden que la realidad sufrida por sus parientes sea conocida por el mundo entero.
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Créditos: National Geographic, Nippon.com, La Vanguardia, ABC, Agencia EFE, La Razón, DW.com, El País, Descifrando la Guerra, BBC | Redacción: Carla Bastien ©2008-2021 XiahPop | Todos los derechos Reservados | All Rights Reserved